viernes, 30 de diciembre de 2011

DEL 2011 AL 2012



El tiempo es muy lento para los que esperan; muy rápido para los que tienen miedo; muy largo para los que se lamentan; muy corto para los que festejan … (Shakespeare)

Se acaba el Año 2011, y al acabarse pareciera arrastrara consigo las resacas de lo vivido, como dijera el poeta. En la vida social el Año Nuevo es un happening, un acontecimiento social más o menos vasto y festivo, pretexto o causa legítima para jaranearse y divertirse, es decir, olvidarse por un rato de las preocupaciones del diario, gastar un poco de la plata que no tenemos, y tratar así de suponer que la vida vale la pena de ser vivida. Hacer balances y recuentos del Año que se va es un lugar común en el que cae casi todo el mundo, y resulta la antesala de unos buenos propósitos que raramente se cumplen, y es que el simbolismo de un número que cambia parece estar muy instalado en la conciencia social. Pero los calendarios del mundo difieren, y el Año Nuevo – el Nuevo Principio – cambia según las culturas y las sociedades. La globalización determina que “todos” – un todos bastante limitado, reconozcámoslo – celebremos el final de un Año y el Principio del Otro, dentro del esquema de la variante Gregoriana del Calendario Solar que fue creado por el egipcio Sosígenes gracias a la decisión política del Princeps de Roma, Cayo Julio César, hace unos 2000 años. Nuestro tributo emocionado a ellos, y sigamos con la digresión.

Una vez hecho este sentimental minuto de silencio en honor a la memoria de los creadores del calendario que nos rige, y al que debemos añadir al Papa Gregorio, que hace medio milenio lo hizo más exacto en relación a los movimientos de la Tierra, el Sol y la Luna, ¿qué nos queda? Termina el año 2011, y termina entre sorpresas, cambios, movimientos, idas y tornas, retornos y precipitados viajes y virajes. Ni más ni menos que siempre. Se supone que dejamos atrás las maldades, pecados, errores, dificultades y molestias del Año Pasado e iniciamos uno Nuevo, limpio y sin uso. Esta variante del rito del chivo expiatorio tan profundamente instalada en la psique humana, y tan inconsciente en casi todos nosotros, se expresa en los muchos cohetes que, pese a las prohibiciones, reventamos; y en los muchos muñecos que, pese a la contaminación, quemamos. Hay que dinamitar lo viejo en una quemazón de polendas, luego alcoholizarse hasta el embrutecimiento, y así al día siguiente todo lo que vemos parece moverse solo, y entramos al Nuevo Lapso en los brazos de cierta ebriedad inconsciente, que al desaparecer nos deja metidos en el Nuevo Año. No voy a ponerme huachafamente a despreciar todo esto desde una moralina pequebú, las alegrías de las gentes son respetables, y más se aguanta un impuesto nuevo que una limitación de la libertad de hacer el loco por un rato antes de volver a la chamba.

La Historia es Tiempo, y es necesario medir el Tiempo. Los finales siempre presuponen nuevos inicios. Los acontecimientos que parecieron tan importantes y que construyen la percepción de las gentes se difuminan en la memoria, y lo que pasó tiende a olvidarse. Este proceso es casi tan importante como el recuerdo, pues solamente se recuerda aquello que es importante para quien lo recuerda. La Historia se fabrica con las percepciones comunes a los grupos humanos, y si quisiéramos determinar lo que fue común en este larguísimo año 2011 que se muere de muerte natural, encontraríamos que es más o menos lo mismo de cada Año: El conflicto entre el mantenimiento denodado de una realidad virtual versus la irrupción de la realidad real. Es decir, la diferencia entre lo que nos dicen y lo que vemos por nosotros mismos. Los seres humanos aspiramos a ser felices, a no ser que estemos rayados sin remedio, y en ese proceso fabricamos nuestras percepciones y nos la creemos a nosotros mismos. A veces esforzarnos por entender lo que es complica nuestra felicidad y nos hace problemas. Pero entiendo que nuestra felicidad suele estar para todos antes que la consciencia.

Arrancarse con este tema, sin embargo, excede las capacidades de este cronista, pues mi aporte de hoy no es percibir ni describir los acontecimientos, que eso todo el mundo lo hace, y como son más o menos semejantes todos los Años, resulta algo aburrido. Trato de registrar otra cosa: el simple paso del tiempo que tratamos de medir, y al que le adjudicamos significados. El Año 2012 después de Cristo se supone que es el Fin del Mundo según los mayas, lo que, además de ser una soberana tontería diseñada para ganar plata con el miedo difuso de las gentes, resulta completamente falso, y además una manera bastante estrafalaria de arrebatarle su felicidad a la gente. De repente sirve para que la gente se instale más en el presente y gaste más en la borrachera y la cohetería. Lo cierto es que siempre hay una marca para lo que finaliza, y que hay diferentes tiempos para los diferentes individuos. Se construye la vida no con el tiempo, sino con los sucesos, de los que el Tiempo es la materia prima, y lo que esperamos siempre es que lo que viene sea mejor que lo que termina. Seamos por un rato prácticos y quedémonos con eso. Sea lo que sea la Felicidad o lo que entendamos por ella, la idea es que seamos cada vez más felices y cada vez menos desdichados, y si en el transcurso tenemos que cambiar nuestra noción de felicidad, pues que así sea, y tiene sentido que el nuevo periodo que se inicia signifique un paso en ese sentido para todos. Y punto, por este Año.


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